jueves, 19 de mayo de 2011

NAUFRAGARIO (1997 Editorial Turquestán)



naufragario





“Mientras mi corazón late al ritmo de las máquinas,
voy con el barco hacia los veranos eternos, bueno o
malo parece que esto es existir. Al menos ahora se que
es mejor ir siempre hacia el verano, hacia los ardientes
mares de luz, cuando el espíritu se llena de estrellas en
lugar de heridas y se vuelve manso, compasivo y tierno.
Navegar hacia una primavera desconocida y llegar al
límite.  Después por fin rumbo a un puerto extranjero,
siempre hacia fuera, siempre hacia delante, pugnando
sin descanso por el puerto soñado.”

Malcolm Lowry



“La calle suele comenzar en el puerto y si no
hay puerto hay ríos y si no hay río ¡Qué pena!”

Raúl González Tuñón







escrito sobre un atlas

es éste un inmenso munderío escribí
en la parte más celeste de tus pechos
cuando tu lengua daba indicios de victoria
en la estación del fuego
mientras morían ángeles calientes
sobre nosotros que viajábamos.
viajábamos por un oceanar interminable
decidiendo jubilosas travesías
en la confianza empapada de los cuerpos. después/
después temblamos entre latidos de alcohol
entre naufragios y regresos y partidas y
hablamos al final de tantas cosas.
hasta del ojo de dios enceguecido
del gran ojo hablamos que todo lo veía
que no ve nada ya ni el todo que dicen que inventó
ni la chispa siquiera ni el cordel
del que cuelga este planeta donde estamos
frente al ancho negrotal del universo.
ni el verso que escribo ve
ni la parte más celeste de tus pechos ya
no ve nada ya pobre / pobre dios
dios.





tramo primero:

el mar del norte tiene alas de murciélago
con las que toca los barcos como un país de muertos.




1.

en belbast tanto whisky demoliendo la ciudad
como el rumor de tu pelo
humedecido en constante agitación
quebrando el vago silencio de la bruma
hasta que el sol con su esponja brillante
frotó / quitó la traba de la noche
desmoronó la casa de la luna
con su bazooka de balas amarillas
y sin piedad empujó luz clavando al día
en este cuarto donde ya no estabas
ni estaban tus ojos árticos del agua
ni tu lengua límite del aire o
brazo de hoguera por mi boca / por
mi boca con ecos de alcohol arrasada
igual que la ciudad arrasada
igual que entero el mundo.





2.

todo me asusta menos que tu cuerpo.
en tu nuca descubrí antiguas inscripciones
de invictos dioses y te amé.
en talvik te amé y te amé como un vikingo
como sólo un vikingo sabe amar
en medio de las tempestades
en el centro mismo de la ira
durante la confusa virulencia de la noche glaciar.

te fui después hundiendo en la tierra dulcemente
en el mar dulcemente.
enterré todo de ti
todo vestigio de ti fue tragado por la tierra /
el mar
para que no quedara nada de ti
ni tu nuca
ni antiguas inscripciones de invictos dioses
nada.

todo / todo me asustaba menos que tu cuerpo.


 



tramo segundo:

las piernas del mediterráneo son bellas
y elásticas como un pez inapresable.




1.

bebiendo conocí tu lugar de amar
que va y viene igual que el vino
junto a la luz de los muelles.
por boca de marineros lo conocí
a bordo de las mesas de marsella
cuando tus ojos como fogonazos de zinc
relampaguearon en la honda noche de marsella
y tus párpados decidieron
los prodigios del color y de la sombra.
ellos dirigían ese viento de la costa
que aturdía timoneles
o arrastraba indecisos amantes a la furia
como fui arrastrado yo a la furia
como somos todos arrastrados hacia ella
desde el mar a ti
del vino a ti
del labio.




2.

tus ojos son a veces
como esas constelaciones que aparecen
por lo más escarpado de la noche
montadas en un animal fabuloso
mientras el mar del mundo
duerme entre brazos de arena
como lo hago yo ahora entre los tuyos
con sus modales de algas
tan parecidos a navegar por hazañas antiguas
o por desfiladeros de lumbre.

es una constelación también a veces
el puerto de bari
y busco en él sin tregua
ese árbol de peces y de pulpos
que hay bajo las aguas del bosque de tu cuerpo.



 

6.

su cuello era un páramo de veras.
desde la puerta secreta de la noche la miraba
y mi cuerpo se mecía como un blues.

el río era un país tibio /
verde y tibio frente al delta inmóvil.
un país en donde amarnos
sin importar ni pescadores ni redes
-telarañas contra la vasta túnica del nilo-

su cuello era un páramo de veras
y yo un salto de lobo
desesperado y redondo.

cerca ya de assuan la recuerdo ahora
mientras las uñas de la vieja ciudad
arañan el mentón de la tormenta
y sobre el agua se refleja por última vez
la linterna gigantesca del cíclope nocturno.





tramo tercero:

la costa este del atlántico es el único
animal con caparazón de amatista.




 
2.

la vi en la noche húmeda de dakar
cuando las fieras mordían la médula del tiempo
cuando pintaron el humo de perfecta claridad
sacrificaron monos cabras monos
colmaron de lluvia toda latitud
arrastraron esqueletos de monstruos muy antiguos
y detuvieron por segundos la excitación oceánica.
cuando era señalada
junto a la luna el mar los cataclismos
y en su honor
se realizaban faenas más que despiadadas.

luego
la vi cuando sanaba la médula del tiempo y
sus nalgas eran vagas figuras imposibles:
         un desfile de consumidores de hachís
         dos vasijas repletas de piratas
         la coronación de neptuno
         el himno de los elefantes
         una galaxia dormida.




 
4.

la leve cadencia de tu cuerpo
cambia la costumbre de los barcos
es un espejismo de costa tu cuerpo
al que todos ven sin que estés realmente
y en el que nadie / nadie cree cuando estás
a excepción de mi que conozco tu secreto o
fascinación de océano / tu arte de marea.

en luanda te muestras
entre los mercados y el ritmo de tu raza
y eres bella como tu raza
pero más bella aún
más bella que el espejismo que haces
más que la contundencia de tu cuerpo todavía.
más / mucho más que la cruz del sur o
el sentido de la orientación de los viejos marinos o
los cambios repentinos producidos en la atmósfera o
cualquier otro milagro de la navegación.




tramo cuarto:

el índico mira con su ojo de trasatlántico
que se desliza por un silencio de algas.




1.

sueño siempre con aquella mujer de kasanga
y su amor a orillas del lago tanganika.

qué hermosa era la mujer desnuda de kasanga.

quisiera comerle el vientre
como diez patéticos leones.
ella siempre me espera junto al lago
con sus hombros de ebanistería. a veces /
sólo a veces deseo matarla en sueños
para no tener que despertar sin ella
aquí donde no hay lago tanganika ni
hay kasanga ya
ni su vientre de selvas invencibles
ni sus pezones de sándalo
         anchos como una serenidad verdadera.




 
4.

este picante sabor a marihuana
es hoy tu recuerdo mujer de Katmandú

         )búfalos humeantes flotaban sobre ti y
         cocodrilos rojos nadaban por mis venas
         aquella habitación era un bestiario
         si caballos de olas fabulosos sudaban
         por mi espalda y me miraban con sus ojos
         de nácar impalpable mientras murciélagos
de riña se liberaban de todos los tejados
y destrozaban las paredes de la lluvia(

una bocanada es ahora tu recuerdo narcótica mujer
y también el rocanrol de los suburbios
derribando gorriones estrepitosos
iguales a esos viernes que había por tus ojos
cuando en tus ojos cabían un palacio y
nidos de borrasca y botellas incendiadas

y entonces / entonces
eras bella como el animal incontrolable del poema.




5.

era la loca de penhian la calle de las putas.
por supuesto había en sus pechos de coñac
breves tigres morados que arrasaban ejércitos
y países tristes como mi corazón.
a veces abría las piernas
para que mojáramos los ojos
en el lento borgoña de su cuerpo.
temblaba finalmente y emocionados cantábamos
abrazando sus muslos de vodka radiante.

pudo ser emblema de un alambique en belfast o
la bella de un lagar en las afueras de aragón.
pudo ser –lo se- reina de los toneleros
o diosa de las tabernas.

pero sólo estaba ahí
era la loca de penhian la calle de las putas
la que empujaba un delicado gin
junto al viento clamoroso de su boca.





 

tramo quinto:

el mar de oceanía ruge
con su garganta de diesel transparente.





 
2.

por el escote de marzo
atravesé el estrecho de cook
abstemio de tu cuerpo / a salvo ya de ti.

habías sido una tormenta oculta en un pastillero
la embestida de un iceberg
un piano funeral.

si te nombro
escorpiones en llamas taladran mis zapatos o
cangrejos pavorosos
intentan mutilar mi pipa dublinesa y
a bordo se sufren las calamidades más diversas.
ah tu nombre / tu nombre
como un derrumbamiento de canciones y botellas
pero sin embargo en los puertos
me gusta nombrarte todavía entre marinos errantes
tristes
locos / tristes.

acaso seas hoy un sonido más sobre la playa
tiembles entre viento y arena
brilles más que el gin.




3.

sus manos me recorren como recorro las islas
cuando voy a mangaia a papeete a ua pu
cuando descanso en timoe o en sus dedos
que me tocan
como diez lenguas de jaguares diminutos
o son a veces esferas torrenciales
o pacíficos de agua marina.

bajo el tatuaje inabarcable de la noche
sus manos se convierten en máscara de batallas
pero apenas aplasta el sol al mundo
con su pie desaforado
ellas son dos monóculos de amianto
las llaves de un glaciar
una sombrilla húmeda de uvas.

siempre regreso a su vientre de ukelele
y reposo en sus manos / en ella
tan serena
tan igual a la cerveza que me da
con su manto dorado
y su blanco sombrero de fiesta de nacer.




 
tramo sexto:

el pacífico tiene ojeras
y durísimos labios de trombonista.




1.

su cintura era una palabra de afilados dientes
la mordedura de la siesta
partes de leopardo.
su cintura en mi garganta masacraba
pero aquel sabor a tabaco lento y pesado
era una magnífica celada.

ella era shangai / su puerto
que me llenaba de olores de puerto de shangai
y no me importaba ni el gentío ni los barcos /
el júbilo de los barcos.

sólo su cintura temible
como un ojal de pólvora en el traje del petróleo
o espolones de nieve
o jaurías o pestes o colapsos.


 



3.

raramente me pongo a recordarte
pero tú estás en la justa medida del alcohol
y cuando desmesurado bebo en alta mar
mientras entono aquellas viejas melodías
de amor / aquellas baladas
que tanto / tanto nos gustaban
pienso en vladivostock y en nosotros.
nosotros entre el vodka y
el corto verano de vladivostock
por eso dogo que estás en la justa medida
del alcohol.

das ganas de cantar
o hartísimo sueño.




5.

esa mujer tenía un enorme animalar en la mirada
tenía culebras águilas lebreles
sangres furias lagartijas otras bestias
todo soltaba en cada simulación de amor.

animalaba con los ojos grandemente /
grandemente con la intención de los ojos.
desataba también garras de fieras invisibles
o estertores de marinos monstruos y
picos y fósiles y ardores.

cómo animalaba la mujer de seattle.

qué estridencias crecía.

algún día morirá de su propio animalar
con mugres dientes rotos olorcitos
cadáveres de sí babas sombras.


 




tramo séptimo:

del caribe al sudatlántico las aguas son incomparables
como el árbol resplandeciente del ocio.

 



2.

en los confines de mérida se sostenía por ejemplo
que la poesía es la quinta pata de todas las cosas
o que la luna es un agujero en el zapato de dios.
tal vez por eso si hablaban de ella decían que
era la baba del halcón sobre un rumor de bosques /
que era un fagot en erupción o una conspiración
de agujas en la empuñadura del brindis. decían
de ella que era el salto mortal de una trompeta
o un tráfico de avispas en la boca de la boda.
aunque no eran estos los motivos de su fama sino
lo que le hallaron entre los muslos y el vientre:

la gesta de la sal y del tequila
oculta bajo una melena de fogata.


 



4.

llegué al atardecer a cartagena y el mar esperaba
envuelto en su armazón de dorado estremecido.

llegué cuando cantabas que el blues está en la sangre
y el resto (la otra música) crece de la carne.

en tu voz había toros amarillos
pero también helicópteros rabiosos
el pulso del chelista
una fisura en el metal del agua.

por la noche comimos bestia bíblica con salsa
y filetes de sirena y plátano astillado
y en largas cañas de abril bebimos un aguardiente
idéntico al que lleva el diablo en su petaca.

luego se desplomó sobre mi una tormenta de rouge.

al irme se oía tu voz desde lejos
y noté que por su efecto
sobre la borda de los barcos amarrados
caían fulminados cormoranes.

 



6.

vino de la espuma. no del mar
no de la cerveza que tomamos en el puerto
entre marinos fervientes
y ese filo delator del mediodía
que se colaba por el techo del palmar.
pero vino de la espuma.

su cuerpo era un cuerpo sin pausa
daba cansancio mirarla
recorrerla fatigaba más que el mar y
su holgura inconcebible.
cómo no desear a la inmensa mujer de recife /
la gigante.
cómo no amarla en su difícil tarea de diluvio
si ella amaba igual que la extensión de su cuerpo
con el impulso de un coloso inacabable.

después
después volvimos a las latas de cerveza
hasta quedarnos dormidos al amparo de las palmas
y soñé con el mar / con la dantesca mujer y
con dioses demonios patrias mundos.




7. (puerto final)

todo fue bueno / todo.
tanto amor tanto dolor fue bueno
porque así llegaste con tu boca de quemar.
tu boca como un largo lobo dulce
abrigándome
igual que tus brazos donde callo cedo sueño
bajo tus ojos
y la increíble vastedad de sus dominios.

tus ojos que alumbran calles recién nacidas
sueltan astros poderosos
rompen noches
soledades.

y dan paz
tibieza dan
humana claridad.




buenos aires
ciudad puerto
enero 1992







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