viernes, 23 de agosto de 2019

ELOGIOS o las alucinaciones del derrumbe (2016 - Editorial Homo Ludens)



CASA DE NÁUFRAGOS

Bienvenidos los que regresan de ahogarse en las altas mareas del abandono y llegan mojados y ateridos e igual cantan. Cantan espléndidos de alcohol.

Bienvenidos los que derrotan a la soledad y su pujanza, sus enviones de hojarasca, sus graves ceremonias. Y lo hacen solamente con las amarilluras del ojo y con los destellos de la palabra SOL.

Bienvenidos los que silban cada noche a su estrella elegida porque ellas vuelven el pico, agitan las dos alas y nos destinan luz en medio de tanta oscuridad.

Bienvenidos los que sentados en un bar inclinan la cabeza, escriben en la fiebre y cuando la mano se aturde doblan el papel hasta lo indecible y lo arrojan a la calle. Esos si conocen la química difícil de la espera.

Bienvenidos los que llegan envueltos en revelaciones sorprendentes y dan cuenta de las buenas nuevas. Las imprimen en las paredes de los ministerios, en los baños de los museos y en la frente de los que nunca escuchan nada.

Bienvenidos los poetas de barrio, los músicos de café, los filósofos del cordón de la vereda.

Bienvenidos los sabios del silencio, los especialistas del desconcierto, los dogmáticos del júbilo, las abanderadas del amanecer, las madres de la noche y las muchachas que saltan sobre las costillas del tedio.

Bienvenidos los que traen los peces, los vinos y los panes.
Bienvenidos los que aman. Bienvenidos los que sufren.
Bienvenidos todos porque cada llegada
fija en esta casa un corazón luminoso y esta rotunda melancolía ingobernable.


VISITANTES

Cuando al sueño entró Vicente Huidobro bebimos un líquido celeste y nos emborrachamos hasta el próximo sueño.

Cuando al sueño entró Boris Vian se originó un lío tremendo. Tuvimos que huir. Nos escondimos dentro de un zapato pero el zapato hablaba demasiado. No lo toleramos.

Cuando al sueño entró Alexander Pushkin el sueño tembló todo,
empezó a desmoronarse y tuve que apagarlo.

Cuando al sueño entró Paul Gauguin seguido de un coro de isleñas de Papeete tuve un sinfín de erecciones. Estas muchachas siempre aumentan la temperatura de mis sueños.

Cuando al sueño entró Francis Bacon vestido de beduino, robé un camello y lo seguí. Yo quería ingresar en su próxima pesadilla.

Cuando al sueño entró Isadora Duncan hicimos el amor hasta que su culo de fogata se deshizo en baile.

Cuando al sueño entró Sergei Rachmaninof deslizando una espiga de trigo sobre el teclado de un piano pude oír su alma. Lloré, es imposible no hacerlo. Lloré como si estuviera delante de mi propia tumba.

Cuando al sueño entró Jean Sibelius bajé la mirada y me hundí en un profundo silencio. Algunas veces los milagros adoptan una figura que asusta.

Cuando al sueño entran las mujeres que amé y no me amaron les resto importancia, no les tengo la menor consideración. ¡La indiferencia es la pandereta del olvidado!

Cuando al sueño entra mi abuelo lo hace con un niño que lleva entre las manos un escarabajo. Pero no hay escarabajo sino el corazón torrencial de la palabra.



PREGUNTAS


Entonces primero la patria fue un papel en blanco.
Pero ese papel ¿Cómo fue colmado?
¿Quiénes hicieron la patria con palabras?

¿Fue Mansilla entre las chuzas? ¿O Ascasubi, conversando con el diablo?
Esto último es posible.
¿Fue Sarmiento entreverado en las tormentas?
¿O acaso Hernández con su guitarra de polvo?

¿Fue Arlt desesperado en ese gran hospicio que erigió su corazón?
¿O Agüero, allá empapado en las aguas del Conlara,
henchido de sol junto a su amado algarrobo?

¿Y Raúl? (lo llamo por su nombre como se llama por su nombre al padre)

¿Fue Juanele, tan delgado él y tan gruesa la huella de su alma?
¿O acaso Borges, el que todo lo veía, el solo que se hizo muchedumbre?
¿Y Ramponi altísimo en las piedras? ¿Y Urondo y Conti, asesinados?

¿Fue Cortázar desde lejos que supo ver tan cerca?
¿O De Lellis atravesando los arrabales del vino y sus desolaciones?
¿Y Marechal, entonces, tendiendo los manteles del alba clausurada?

¿Fue Molina en su galápago dorado fundando terraplenes por la selva?
¿Y Orozco y Pizarnik? ¿Y Pedroni fecundo en los talleres?
¿Acaso fue Yupanqui montado en un caballo que nunca termina de caer,
que jamás caerá definitivo?

¿Y Discepolín? ¡Ay Discepolín con sus bolsillos de dolor amontonado!
¿Y las pupilas de Hudson cabalgando hacia el olvido?
¿Y mis amigos que pierden el tiempo en las cantinas para ganar un abrazo o el poema?

Tal vez a la patria la escribió aquel hombre anónimo, callado,
que bebió un largo trago de ginebra en el boliche, limpió el bigote
con el puño gastado de la camisa, llegó a su casa, se acostó en su cama y soñó.
Soñó que era un poeta que llenaba de patria un papelito.


PAGODAS


1.

Al tío Ho le gustaba conversar con los niños bajo la sombra de las esterillas.
Les hablaba de reyes decapitados, de príncipes traidores,
del dragón de los arrozales que incendiaba la cabellera de los impiadosos.
De las largas caravanas que trasladaban mágicas piedras y animales increíbles.
De los bandidos tumultuosos que asolaban las aldeas y de su contra cara:
los pícaros contrabandistas que -siempre generosos-
aplacaban el hambre de los viejos y claro, también, la sed de las muchachas.

Al tío Ho le gustaba conversar con los niños bajo la sombra de las esterillas.
¡Y cómo reía el tío Ho con la risa de esos niños!

Al tío Ho –ahora el poeta Ho Chi Min- le gustaba conversar con los niños
bajo la sombra de las esterillas a pesar de los bombardeos y el napalm.

Años después, aquellos niños ya hombres,
supieron que bajo la sombra de las esterillas
habían estado escuchando el trino venidero.


2.

Yukio Mishima ingresó en el pabellón dorado
buscando la huella del samurai perdido.
Yukio Mishima solía decir que añoraba el pasado porque amaba el futuro.
Él sabía -o al menos presentía- que esa huella
lo llevaría hasta la barba misma de las tradiciones más puras
que su gente dolorosamente había olvidado.

Yukio Mishima comprendía o se esforzaba por imaginar
que con esa búsqueda su pueblo recobraría la felicidad.

Yukio Mishima –ahora el poeta Yukio Mishima-
ingresó en el pabellón dorado buscando la huella del samurai perdido
y encontró la rebelión y mudó en harakiri.



LA PLUMA INVISIBLE

¿La intuición es un desprendimiento sutil
del oscuro pájaro de la hermosura cuando pasa?
¿Una pluma invisible en el ojo del poeta?

¿Será su rozamiento fatal semejante al deslumbre de Adán
la primera noche del abrazo? ¿O al deslumbre de Eva?

¿O como el temblor de la palabra TIERRA
en los oídos de Colón?

¿Será semejante a la pausa entre el vértigo de Arquímedes mojado y su grito?

¿O como el relámpago que iluminó la frente de Galileo
ante la evidencia del espasmo planetario?

¿La intuición es una pluma invisible en el ojo del poeta?




MANIFIESTO SIBARITA

Lechuga no. Ni escarola ni berro ni cosa verde que salga de la tierra.
Esa es comida de caballos.

Tampoco pájaros. Ellos son nacidos para mostrar el prodigio del vuelo.
Salvo la perdiz. No hace cosa alguna y es mejor servida en escabeche.

Pescado sí. También frutos de mar.
Son bocado del marino.
Atracón del pirata.
Dentellada del náufrago.

Tomate por supuesto, es deleite americano.
Torquemada lo juzgó la manzana prohibida.
Sus jugos son el aplauso del diablo.

¿Y las pastas, las tortillas, las paellas?
Estas son comidas de tumulto.

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

¿Y las papas, las cebollas, los pimientos
librando una danza que fosforece en las cazuelas?

¿Y los pollos dorados y los patos en naranja?
¿Y las cacerolas con sus mínimos conejos?
¿Y las nostálgicas vacas
y los cerdos roncadores santificando las parrillas?

Que los embutidos no se duerman.
Son los señores de la pólvora en la guerra de las bocas.

¿Y los quesos? Ah los quesos. Picantes, generosos, inmortales,
embebidos en coñac y salpicados con granos de pimienta negra.

El queso es el pan de los héroes.

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

El alcaucil es verde pero es una excepción.
Su corazón es el tobogán de la saliva.

También la albahaca es verde pero es la reina del aroma
y en bodas con el ajo dan goce tan alto que el paladar
es un cielo surcado por los pechos voladores
de la mujer voladora más hermosa.

¿Y la aceituna que descarozada y con morrones
hacen de la lengua una catedral?
¡Oh, aceituna, portadora del aceite bueno!

Luego el guiso.
El guiso es la comunión de todas las cosas.
El rito mayor de las fogatas.
El guiso es la peregrinación de los sabores
concentrados en la plaza mayor de cada boca.

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!

La cocina es la sala de ensayo del poeta.
La ocurrencia del payaso.
El tanteo del mago.
La cocina es el telescopio de Copérnico.

Ocupemos las cocinas del mundo
y hagamos la revolución de las comidas
para desterrar al hambre de una vez por siempre
y que ni uno solo falte en esta mesa.

Y todo regado con buen vino.
¡Yo quiero una flota de uvas marineras!



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