CASA
DE NÁUFRAGOS
Bienvenidos
los que regresan de ahogarse en las altas mareas del abandono y
llegan mojados y ateridos e igual cantan. Cantan espléndidos de
alcohol.
Bienvenidos
los que derrotan a la soledad y su pujanza, sus enviones de
hojarasca, sus graves ceremonias. Y lo hacen solamente con las
amarilluras del ojo y con los destellos de la palabra SOL.
Bienvenidos
los que silban cada noche a su estrella elegida porque ellas vuelven
el pico, agitan las dos alas y nos destinan luz en medio de tanta
oscuridad.
Bienvenidos
los que sentados en un bar inclinan la cabeza, escriben en la fiebre
y cuando la mano se aturde doblan el papel hasta lo indecible y lo
arrojan a la calle. Esos si conocen la química difícil de la
espera.
Bienvenidos
los que llegan envueltos en revelaciones sorprendentes y dan cuenta
de las buenas nuevas. Las imprimen en las paredes de los ministerios,
en los baños de los museos y en la frente de los que nunca escuchan
nada.
Bienvenidos
los poetas de barrio, los músicos de café, los filósofos del
cordón de la vereda.
Bienvenidos
los sabios del silencio, los especialistas del desconcierto, los
dogmáticos del júbilo, las abanderadas del amanecer, las madres de
la noche y las muchachas que saltan sobre las costillas del tedio.
Bienvenidos
los que traen los peces, los vinos y los panes.
Bienvenidos
los que aman. Bienvenidos los que sufren.
Bienvenidos
todos porque cada llegada
fija
en esta casa un corazón luminoso y esta rotunda melancolía
ingobernable.
VISITANTES
Cuando
al sueño entró Vicente Huidobro bebimos un líquido celeste y nos
emborrachamos hasta el próximo sueño.
Cuando
al sueño entró Boris Vian se originó un lío tremendo. Tuvimos que
huir. Nos escondimos dentro de un zapato pero el zapato hablaba
demasiado. No lo toleramos.
Cuando
al sueño entró Alexander Pushkin el sueño tembló todo,
empezó
a desmoronarse y tuve que apagarlo.
Cuando
al sueño entró Paul Gauguin seguido de un coro de isleñas de
Papeete tuve un sinfín de erecciones. Estas muchachas siempre
aumentan la temperatura de mis sueños.
Cuando
al sueño entró Francis Bacon vestido de beduino, robé un camello y
lo seguí. Yo quería ingresar en su próxima pesadilla.
Cuando
al sueño entró Isadora Duncan hicimos el amor hasta que su culo de
fogata se deshizo en baile.
Cuando
al sueño entró Sergei Rachmaninof deslizando una espiga de trigo
sobre el teclado de un piano pude oír su alma. Lloré, es imposible
no hacerlo. Lloré como si estuviera delante de mi propia tumba.
Cuando
al sueño entró Jean Sibelius bajé la mirada y me hundí en un
profundo silencio. Algunas veces los milagros adoptan una figura que
asusta.
Cuando
al sueño entran las mujeres que amé y no me amaron les resto
importancia, no les tengo la menor consideración. ¡La indiferencia
es la pandereta del olvidado!
Cuando
al sueño entra mi abuelo lo hace con un niño que lleva entre las
manos un escarabajo. Pero no hay escarabajo sino el corazón
torrencial de la palabra.
PREGUNTAS
Entonces
primero la patria fue un papel en blanco.
Pero
ese papel ¿Cómo fue colmado?
¿Quiénes
hicieron la patria con palabras?
¿Fue
Mansilla entre las chuzas? ¿O Ascasubi, conversando con el diablo?
Esto
último es posible.
¿Fue
Sarmiento entreverado en las tormentas?
¿O
acaso Hernández con su guitarra de polvo?
¿Fue
Arlt desesperado en ese gran hospicio que erigió su corazón?
¿O
Agüero, allá empapado en las aguas del Conlara,
henchido
de sol junto a su amado algarrobo?
¿Y
Raúl? (lo llamo por su nombre como se llama por su nombre al padre)
¿Fue
Juanele, tan delgado él y tan gruesa la huella de su alma?
¿O
acaso Borges, el que todo lo veía, el solo que se hizo muchedumbre?
¿Y
Ramponi altísimo en las piedras? ¿Y Urondo y Conti, asesinados?
¿Fue
Cortázar desde lejos que supo ver tan cerca?
¿O
De Lellis atravesando los arrabales del vino y sus desolaciones?
¿Y
Marechal, entonces, tendiendo los manteles del alba clausurada?
¿Fue
Molina en su galápago dorado fundando terraplenes por la selva?
¿Y
Orozco y Pizarnik? ¿Y Pedroni fecundo en los talleres?
¿Acaso
fue Yupanqui montado en un caballo que nunca termina de caer,
que
jamás caerá definitivo?
¿Y
Discepolín? ¡Ay Discepolín con sus bolsillos de dolor amontonado!
¿Y
las pupilas de Hudson cabalgando hacia el olvido?
¿Y
mis amigos que pierden el tiempo en las cantinas para ganar un
abrazo o el poema?
Tal
vez a la patria la escribió aquel hombre anónimo, callado,
que
bebió un largo trago de ginebra en el boliche, limpió el bigote
con
el puño gastado de la camisa, llegó a su casa, se acostó en su
cama y soñó.
Soñó
que era un poeta que llenaba de patria un papelito.
PAGODAS
1.
Al
tío Ho le gustaba conversar con los niños bajo la sombra de las
esterillas.
Les
hablaba de reyes decapitados, de príncipes traidores,
del
dragón de los arrozales que incendiaba la cabellera de los
impiadosos.
De
las largas caravanas que trasladaban mágicas piedras y animales
increíbles.
De
los bandidos tumultuosos que asolaban las aldeas y de su contra cara:
los
pícaros contrabandistas que -siempre generosos-
aplacaban
el hambre de los viejos y claro, también, la sed de las muchachas.
Al
tío Ho le gustaba conversar con los niños bajo la sombra de las
esterillas.
¡Y
cómo reía el tío Ho con la risa de esos niños!
Al
tío Ho –ahora el poeta Ho Chi Min- le gustaba conversar con los
niños
bajo
la sombra de las esterillas a pesar de los bombardeos y el napalm.
Años
después, aquellos niños ya hombres,
supieron
que bajo la sombra de las esterillas
habían
estado escuchando el trino venidero.
2.
Yukio
Mishima ingresó en el pabellón dorado
buscando
la huella del samurai perdido.
Yukio
Mishima solía decir que añoraba el pasado porque amaba el futuro.
Él
sabía -o al menos presentía- que esa huella
lo
llevaría hasta la barba misma de las tradiciones más puras
que
su gente dolorosamente había olvidado.
Yukio
Mishima comprendía o se esforzaba por imaginar
que
con esa búsqueda su pueblo recobraría la felicidad.
Yukio
Mishima –ahora el poeta Yukio Mishima-
ingresó
en el pabellón dorado buscando la huella del samurai perdido
y
encontró la rebelión y mudó en harakiri.
LA
PLUMA INVISIBLE
¿La
intuición es un desprendimiento sutil
del
oscuro pájaro de la hermosura cuando pasa?
¿Una
pluma invisible en el ojo del poeta?
¿Será
su rozamiento fatal semejante al deslumbre de Adán
la
primera noche del abrazo? ¿O al deslumbre de Eva?
¿O
como el temblor de la palabra TIERRA
en
los oídos de Colón?
¿Será
semejante a la pausa entre el vértigo de Arquímedes mojado y su
grito?
¿O
como el relámpago que iluminó la frente de Galileo
ante
la evidencia del espasmo planetario?
¿La
intuición es una pluma invisible en el ojo del poeta?
MANIFIESTO
SIBARITA
Lechuga
no. Ni escarola ni berro ni cosa verde que salga de la tierra.
Esa
es comida de caballos.
Tampoco
pájaros. Ellos son nacidos para mostrar el prodigio del vuelo.
Salvo
la perdiz. No hace cosa alguna y es mejor servida en escabeche.
Pescado
sí. También frutos de mar.
Son
bocado del marino.
Atracón
del pirata.
Dentellada
del náufrago.
Tomate
por supuesto, es deleite americano.
Torquemada
lo juzgó la manzana prohibida.
Sus
jugos son el aplauso del diablo.
¿Y
las pastas, las tortillas, las paellas?
Estas
son comidas de tumulto.
Y
todo regado con buen vino.
¡Yo
quiero una flota de uvas marineras!
¿Y
las papas, las cebollas, los pimientos
librando
una danza que fosforece en las cazuelas?
¿Y
los pollos dorados y los patos en naranja?
¿Y
las cacerolas con sus mínimos conejos?
¿Y
las nostálgicas vacas
y
los cerdos roncadores santificando las parrillas?
Que
los embutidos no se duerman.
Son
los señores de la pólvora en la guerra de las bocas.
¿Y
los quesos? Ah los quesos. Picantes, generosos, inmortales,
embebidos
en coñac y salpicados con granos de pimienta negra.
El
queso es el pan de los héroes.
Y
todo regado con buen vino.
¡Yo
quiero una flota de uvas marineras!
El
alcaucil es verde pero es una excepción.
Su
corazón es el tobogán de la saliva.
También
la albahaca es verde pero es la reina del aroma
y
en bodas con el ajo dan goce tan alto que el paladar
es
un cielo surcado por los pechos voladores
de
la mujer voladora más hermosa.
¿Y
la aceituna que descarozada y con morrones
hacen
de la lengua una catedral?
¡Oh,
aceituna, portadora del aceite bueno!
Luego
el guiso.
El
guiso es la comunión de todas las cosas.
El
rito mayor de las fogatas.
El
guiso es la peregrinación de los sabores
concentrados
en la plaza mayor de cada boca.
Y
todo regado con buen vino.
¡Yo
quiero una flota de uvas marineras!
La
cocina es la sala de ensayo del poeta.
La
ocurrencia del payaso.
El
tanteo del mago.
La
cocina es el telescopio de Copérnico.
Ocupemos
las cocinas del mundo
y
hagamos la revolución de las comidas
para
desterrar al hambre de una vez por siempre
y
que ni uno solo falte en esta mesa.
Y
todo regado con buen vino.
¡Yo
quiero una flota de uvas marineras!
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